Siento que no siento nada. Carezco de emociones mientras me balanceo por un fino hilo de plata que mancho de rojo escarlata con cada paso que doy. Mis ojos están húmedos pero no lloro. Mi sonrisa es negra como la tormenta de este día. Ya no quiero seguir con este juego. Mis torres caen y mis alfiles también. El inútil peón decidido comienza su marcha hacia el otro lado del tablero intentando defender a su rey. Cae. Caigo yo con él y me doy cuenta que esta historia no me pertenece. Cierro el libro y abro otro. Encuentro páginas coloridas. Reconozco en los dibujos un rostro familiar. Soy yo. Solamente yo. Comienzo a leer el había una vez. Esta historia me gusta. Me gusta porque estoy sola y porque soy feliz así.