Esa sensación que sólo se puede reproducir en una canción. Ese sentimiento bipolar, que sube y baja, viene y va, nos abandona, pero finalmente se decide quedar. Esa melodía infinita, ese calor que sentís pero no sabés de donde viene. Ese vacío, esa duda existencial. Repetís tu nombre una y mil veces para asegurarte de que no hayas perdido la razón. Tus ojos se hinchan y tu pecho se infla y desinfla cada vez más rápido. Estas nervioso porque no sabes lo que va a pasar. Cantás y bailas al ritmo de una canción que volvés a escuchar para que sea de nunca acabar. Porque a la música no la ves, la sentís. Porque la música siempre esta dispuesta a ser escuchada. La música no envejece, es eterna. Es eso a lo que recurrimos cuando queremos un consejo que no sea humano. El lenguaje musical no se entiende, se percibe. Transgrede las normas que no existen porque nunca se le puede poner límites al arte. Ella espera pasiva que algún alma inquita revuelva sus notas y reviva a sus fusas y semi fusas. La música tambien es el silencio. Que algo tan abstracto contenga tanto convierte al compositor en un mago y a la música en su galera mágica. Con la música viajás y ahi estas de nuevo preguntandote tu nombre y dejándo de lado al personaje que interpretaste mientras actuaban los armoniosos sonidos. Ahi estas otra vez y esperás estarlo una tercera. Y sabés que podrás, porque la música no tiene fin. La música es eterna.