viernes, 11 de marzo de 2011

Y los sueños, sueños son.

Sorprendentemente un silencio sepulcral invadió el salón, las risas cesaron, las luces se prendieron. Todos los allí presentes viraron. Los ojos subieron las escalinatas, vieron unos tacones, un vestido y a una muchacha. El increíble vestido rojo rubí, parecía pintado en el cuerpo de la joven, un collar de perlas, sutil pero increíble le rodeaba el cuello, su mirada estaba atenta en la reacción de los allí presentes. Nunca se había sentido así ¿Cómo decirlo? Nunca se había sentido bella. La expresión de los invitados la hacia sentir una princesa. ¿Cuál era el truco? ¿Donde estaría el reportero con la cámara diciendo festivamente que era una broma? No pudo evitar que sus ojos del color del lapislázuli manchados en oro hicieran una rápida inspección al lugar. Nada parecía fuera de lugar, podía someterse a esa fantasía, atenerse a las consecuencias. Cuando sus zapatos despidieron al último escalón, una multitud de hombres quería invitarla a un baile. Eligió a un apuesto caballero de no más de 30 años, y cuando quiso acordarse, ya estaban bailando. Sus pies se movían a ritmo, sus brazos parecían jugar con el aire, su cara era de felicidad. Todo era fugaz.
De pronto el salón se volvió un tanto borroso, aparecieron manchas negras y algunas blancas. Se escucho un ruido molesto. Poco a poco, su vestido desapareció, su cuello quedó desnudo, sus pies en contacto con el frío mármol (que también comenzó a desaparecer). Quedo nada más que ella en una atmósfera negra.

En el cuarto una muchacha estaba despertando de su sueño, abría los ojos, encandilada por la luz que entraba por su ventana. Lentamente se fue parando, caminó al espejo, y contempló su imagen. Por milésma vez, el espejo no reflejaba lo que ella quería ver.

PORQUE TUVE QUE DESPERTAR?!!

Abandono el cuarto a paso firme. Debajo de la cama, y sus sabanas todas enredadas entre sí, un sutil collar de perlas, unos tacones, y un increíble vestido rojo.