La vista de la ciudad funcionaba como un gran abrigo. Las luces dilataban sus pupilas al punto de volverlas estrellas negras. Negras como el cielo que le cubría las sienes. Negras como su cabello. De fondo, se escucha un violín que suena al compás de la cálida brisa nocturna que le acaricia los pómulos y revuelve su pollera y sus ideas. Recuerda sus promesas incumplidas, los sueños que dejó atrás para cumplir nuevos, a sus amigos que están lejos. Esboza en su mente las siluetas de sus dos padres quienes la abandonaron precipitadamente; no estaban, pero los sentía cercanos. No puede evitar llorar. Se recuesta sobre el tejado y la estrella más brillante de todas capta su atención. La mira por una cuestión de uno, dos, tres segundos y la estrella desaparece «Que inútil que es la existencia que vacia la ausencia» Lo piensa mejor y decide no hacerlo. Dispuesta a abandonar su escondite secreto, camina por las tejas intentando llegar a la ventana. Un paso en falso y su destino permanece inalterable. Un paso en falso y la ciudad de la gran torre como escenario. Un paso en falso y otra estrella de otra galaxia, en tres segundos, se ha extinguido.