miércoles, 19 de septiembre de 2012

Lúser

Se desgajó en lágrimas. Gordas gotas negras que bordeaban su mejilla, se escurrían por su rostro. Gotas suicidas que saltaban de un precipicio y se esparcían amorfas por toda la extensión de su cuello. Esperó hasta ahogarse en su propio mar de angustia, para agarrar una servilleta y secar su rostro. Ahora grita y espera la respuesta de quien quiera que pueda oirla: ¿Porqué me mirás asi? ¿Sigo sin ser lo que esperas? Del otro lado llega una mirada a modo de respuesta. Ella le mira como si no le importara a través de su húmeda mirada. Pero ahora se calma. Cierra el caudaloso río que nace en sus ojos y sonríe. Se da cuenta que la vida continua. Sonríe por segunda vez recordando que, después de todo el que perdió en este tonto juego, no fue ella sino él.